En el año 1948, la Asamblea Mundial de la Salud proclamó el 7 de abril como Día Mundial de la Salud con el objetivo de conmemorar la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de crear conciencia sobre las enfermedades mortales mundiales y sobre la creación de hábitos sanos en las personas.
A pesar de que han transcurrido 73 años desde entonces, la situación que venimos viviendo desde finales del año 2019 con la pandemia mundial del coronavirus sigue haciendo necesario que recordemos, de forma permanente, la importancia de la salud y de la creación de hábitos saludables.
Desde un punto de vista laboral es más que evidente el impacto que el estado de salud de las personas trabajadoras tiene sobre las empresas en las que trabajan, y ello no sólo desde la perspectiva de la salud y de la calidad de vida de las mismas, sino también desde la perspectiva de la productividad o la calidad de sus productos o servicios. La competitividad y sostenibilidad de las empresas y la contención de los costes ligados a la mala salud están íntimamente relacionados con el estado de la salud de las personas trabajadoras.